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jueves, 15 de octubre de 2009

HELIO VERA - En busca del hueso perdido : (tratado de paraguayología) / BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES (LIBRO DIGITAL 100%)


En busca del hueso perdido : (tratado de paraguayología)

Autor: HELIO VERA
Edición digital:
Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001
N. sobre edición original:
Edición digital basada en la 7ª ed. de Asunción (Paraguay),

Expolibro ; RP Ediciones, 1995.


Introducción del autor


** Muchos lúcidos ensayistas escriben para enseñar. Otros, para ordenar sus pensamientos sobre temas que los intrigan o confunden. Un compatriota -Eligio Ayala- dijo haber escrito un libro con el humilde objeto de aprender. Bajo todos estos fundamentos sospecho un motivo común: la tentación de derrotar a la muerte mediante la anhelada gloria de la letra impresa que, imaginaria o realmente, supervivirá a su autor.
** Declaro haber comenzado este ensayo con una preocupación más trivial, que poco tiene que ver con la inmortalidad y sí con un objetivo bien efímero: divertirme. Por eso desautorizo al lector que busque el elevado signo de la sabiduría, de la penetración científica o de la solidez pedagógica en las desordenadas páginas que siguen a continuación.
** Rehúso pontificar, y dictar cátedra sobre nada. Me limitaré a recoger observaciones mías y ajenas, en un contubernio caótico que podría causar un patatús a un científico de pelo en pecho. Quien tenga el coraje de llegar hasta el final advertirá que sólo traté de reunir elementos de juicio para que todos podamos divertirnos. Para que ahuyentemos brevemente a la argelería, ese rasgo del carácter que, según algunos detractores, forma parte ostensible de la psicología colectiva paraguaya.
** Este libro requiere de algunas explicaciones. Comencemos por el título, que podría sugerir falsamente que me estoy aventurando en la paleontología. Pero no es así. El doctor Rengger cuenta que cierta vez el Dictador Francia le pidió que hiciese la autopsia de un paraguayo. Debía haber, en algún sitio todavía no descubierto, un hueso de más. Allí estaría la explicación de por qué el paraguayo no habla recio y no mira de frente cuando está ante otra persona. Esta anécdota explica el título de la obra. La preocupación por encontrar el hueso escondido preside esta obra. En el título, el lector culto adivinará además, y no estará equivocado, un parafraseo -forma elegante del plagio- de la voluminosa obra de Proust, la cual, para escándalo de teoretas y sabihondos, sigue sin poderme conmover.
** Otra explicación. Este libro fue escrito durante una época de la que prefiero no acordarme. Fue pensado, escrito y entregado a un concurso de ensayos durante el Gobierno del intrépido cadete de Boquerón, quien, según sus entusiastas biógrafos, remangó -él solo- al enemigo hasta la cordillera de los Andes. Suerte que lo hayan frenado, que si no, llegaba hasta el Amazonas. La época en la que el ensayo fue parido explica, como lo notará quien lo lea, muchas de las cosas que en él se dicen, así como la manera en que se dicen.
** Es imprescindible otro detalle. El texto original, ganador del premio, sufrió severas modificaciones. No es lo mismo escribir para un jurado que escribir para el público. Por eso me vi obligado a agregarle notas y capítulos y transformar profundamente su estructura. La obra engordó escandalosamente, como un dirigente político catapultado a un opulento cargo público.
Y ahora hablemos brevemente del objetivo de este texto: reflexionar irresponsablemente, para mi exclusivo solaz, sobre el tema de la identidad nacional. La primera pregunta sería eso mismo: ¿Existe la identidad cultural paraguaya? El paraguayo cree que sí. Algunas expresiones del imaginario colectivo local insisten en ello: Paraguay ndoguevíri (el paraguayo no retrocede); paraguay ndokuarúiva ha'eño (el paraguayo no micciona sólo); «más paraguayo que la mandioca»; «el alma de la raza»; «el mejor soldado del mundo»; paraguayo ikasõ petei ha ikuña mokõi (el paraguayo tiene un sólo pantalón y dos mujeres), etcétera. Es decir, ciertos rasgos nos diferenciarían de los demás pueblos del mundo y nos autorizarían a postular un objeto de análisis: «La paraguayidad» o, más simplemente, «la identidad nacional».
** Se han dicho ya tantas tonterías sobre la identidad nacional que ésta, que suscribo, no tendría siquiera el mérito de la novedad. Será, a lo sumo, una más. Pero no desdeñemos a la tontería. Ortega se preguntaba por qué nunca se había escrito un ensayo sobre ella. Creo que el maestro no estaba bien informado. Buena parte de lo que se ha escrito en la historia del pensamiento debe ser clasificado, sin pudor, como tontería. Ella, sobre todo en su forma radical -la estupidez-, llena inmensas bibliotecas y ha producido acontecimientos descollantes en el itinerario del género humano. Ha sobrevivido -como lo prueba Tabori en su venenosa Historia de la Estupidez Humana- a millones de impactos directos. Ninguno ha logrado marchitar su lozanía ni su capacidad de producir hechos retumbantes.
** No cualquiera, por más que lo intente, logra ser estúpido en serio.
Ello exige esfuerzo, fe, dedicación, coraje disciplina, sistema y metodología. Políticos eminentes, científicos de alto coturno, artistas encumbrados han fracasado por vacilar en el último segundo. Muchas obras no lo logran, a pesar de intentarlo con toda seriedad. Temo que ésta, que pongo en manos del lector, pese a sus buenas intenciones en ese sentido, no haya logrado alcanzar la privilegiada meta de la estupidez.
** Si el lector juzga que no he llegado al podio, le ruego acepte mis humildes excusas. Me servirá de consuelo el lema de las Olimpiadas: lo importante es competir. Quedaré decepcionado mas no humillado. Sólo rogaré que la acepte como una modesta pero sincera aunque fallida contribución al vyroreí (la tontería), quehacer al que los paraguayos consagramos tiempo, talento y constancia, y que todavía no ha recibido el homenaje que se merece.
Asunción, diciembre de 1989

- I - En donde se habla de las escuálidas pretensiones de este ensayo y se describe el esfuerzo realizado en su perpetración


** El objetivo confeso de este ensayo es perpetrar un módico y audaz tratado de paraguayología. Ciencia inexistente, impugnarán airadamente los escépticos profesionales, eternos negadores de las glorias patrias, mercenarios contumaces al servicio del oro extranjero. Ciencia que declaro fundada en este mismo acto, replico yo. Fundada al único efecto de contribuir a la exploración de un territorio apasionante, poco o mal conocido, pero que ha intrigado a encumbrados talentos de todas las épocas, desde San Ignacio de Loyola hasta Graham Green, desde Voltaire hasta Carlyle.
** Alivia descubrir que estamos aquí ante el desafío de escribir un ensayo y no una monografía científica. El ensayo permite concesiones y libertades que serían repudiadas en una monografía. Podríamos decir que el género cobija, maternalmente, a la improvisación. Y también a la renuencia al rigorismo y a la escualidez metodológica. El que estoy comenzando rehúsa, por eso, enmarcarse dentro de ninguna disciplina: ni Antropología Social ni Sociología ni Psicología Social ni Sicología ni Ecología Social. Este ensayo las contiene a todas y a ninguna en particular.
** El origen histórico del género puede aclarar cualquier equívoco a quienes se sientan asaltados por la curiosidad o la duda. Se sabe que lo inventó el barón de Montaigne en el siglo XVI para asentar sus ocurrencias más diversas sobre simples incidentes de la vida cotidiana. Lo hacía con expresa exclusión de método alguno y bajo el signo de la duda, motor fundamental del pensamiento. Su insistente pregunta: ¿Que sais je? (¿Qué sé yo?) y sus preocupaciones sobre el arte de vivir lo convirtieron en uno de los más notables abogados del escepticismo.
** Escribir un ensayo permite pues, discurrir alegremente, con tenaz irresponsabilidad, sobre cualquier tópico elegido al azar. Se trata de una ventaja indudable porque evita la navegación en alta mar al modo de las grandes aventuras del intelecto. Sólo promete al lector un manso viaje fluvial en la lenta estructura de una jangada o de un cachiveo. Itinerario sin sobresaltos, apacible y seguro, con la siempre amigable cercanía de la tierra, pródiga en promesas de techo, pan y abrigo.

Donde el doctor Francia busca un hueso sin encontrarlo


** ¿Existe el paraguayo, categoría abstracta invocada como objeto de este ensayo? No tengo inconveniente en aceptar que tal categoría es desconocida sobre este inundo. Sólo existe dentro del territorio de este ensayo. Hablo apenas del habitante efímero de estas páginas urdidas apresuradamente. En realidad, hay muchas clases de paraguayos. Hay paraguayos del campo y de la ciudad. Hay paraguayos «gente» y paraguayos koygua (campesino oculto). Hay paraguayos «arrieros» y paraguayos «conchavados». Hay paraguayos «valle» y paraguayos «loma», como propone la tipología de Ramiro Domínguez. Hay paraguayos de origen europeo y paraguayos mestizos, en cuya sangre duermen antiguos genes nativos. Y también, paraguayos indígenas: Chamacoco, Mbya Apyteré, Nivakle, Toba, Sanapaná, Moro y de varias otras parcialidades. Hay paraguayos de tipos de sangre A, B, C y quién sabe de cuántos otros.
** Hay paraguayos blancos, albinos, rubios, trigueños, morenos, overos y amarillos. Este último color proviene algunas veces de la ictericia. O, lo que es más común, cuando una persona nacida en algún remoto y laborioso país oriental ha sido fraternalmente munida -previo pago de una generosa cantidad de dolares, off course- de una irreprochable documentación. Estos papeles convierten al oriental en más paraguayo que el montonero José Gill, que el alférez Ñandua o que Jacaré Valija. Esta mágica transmutación ha tenido entusiastas y destacados propulsores, uno de los cuales adquirió, no sé por qué oculto motivo, la denominación de «el hombre de los seis millones de dólares». Malevolencia de la gente, que no sabe apreciar en esta clase de acciones la pura caridad cristiana, el eco de la milenaria doctrina del maestro de Asís, el gesto solidario de los traperos de Emaús.
** Por último, como es muy notorio, hay paraguayos de primera y de segunda categorías. Para distinguir a los primeros no hace falta leer un tratado de antropometría sino verificar el contenido de una credencial de forma rectangular. Sus poseedores tienen acceso al piso superior de la república. Allí se adquiere el privilegio del consumo racionado de vaca'i en las multitudinarias concentraciones cívicas; el derecho a lanzar al aire el pipu de reglamento al escucharse la polca «número 1», seguida invariablemente de la «número 2»; conchavo seguro y abuso libre en la función pública, además de otras minucias. Los segundos deben contentarse con la planta baja, recinto generalmente húmedo, expuesto a los fríos vientos antárticos y a los agobiantes soplos del Norte cuando no al incómodo y oscuro subsuelo en inacabable plática con arañas, lauchas y cucarachas.

El paraguayo: ¿un hueso de más?

¿Estamos los paraguayos -como lo sugería, entre sorbo y sorbo de pausado fernet, un maligno teoreta de cafetín, ya fallecido gloriosamente emancipados de las tenaces leyes de la sociología y de la antropología? ¿Se encuentran realmente cerradas herméticamente las puertas y las ventanas de la nación, con abuso de trancas y cerrojos, a los periódicos ventarrones de la historia?
¿Somos en verdad un inexplicable pero vigente subgénero del homo sapiens, a medio camino entre el penúltimo troglodita y el poderoso Golem, creación ominosa de la Cábala hebrea? Cunde, desde luego, la tentadora sospecha de que podríamos constituir una colectividad con algunas características poco comunes. Estas nos distinguirían estrepitosamente de los demás pueblos que habitan el cansado «globo de la tierra y el agua».
Sería un asunto inédito para una época como la nuestra, cargada de escepticismo y de racionalismo. Época en la que, suponiéndose descubiertos todos los arcanos de la especie humana, etnológicamente hablando, se buscan objetos más lejanos para la pesquisa científica: las ignotas estrellas, las intimidades de los átomos, las misteriosas fuentes de la vida.
La sospecha de nuestra singularidad no es nueva. El Dictador Francia fue de los primeros en aventurar esa hipótesis. Rengger anota en su obra: «...le gusta (al dictador) que le miren a la cara cuando le hablan y que se le responda pronta y positivamente. Un día me encargó con este objeto que me asegurase, haciendo autopsia de un paraguayo, si sus compatriotas no tenían un hueso de más en el cuello, que les impedía levantar la cabeza y hablar recio»
De tener esta hipótesis alguna base firme, nos hallaríamos ante un grave desafío: los paraguayos poseeríamos el carácter de rara avis en la monótona y prolífica especie de los bípedos implumes. Esta tesis tiene dos vertientes totalmente opuestas entre sí, que se combaten con religioso fervor. La primera postula que somos simplemente un pueblo de cretinos, infradotados a fuerza de palos recibidos con secular rutina. La segunda proclama orgullosamente que constituimos una virtuosa especie de superdotados.
Las consecuencias serán diversas según el punto de vista que se adopte en esta cuestión. Entre ellas, una que puede pasar desapercibida al observador más superficial: comprender a los paraguayos escaparía a la sapiencia de las disciplinas conocidas. Exigiría un conocimiento especializado al que sólo tendrían acceso ciertos especialistas. Pocos, pero cargados de luengos años y de abrumadora sabiduría. Grupo selecto, es cierto, pero reticente a compartir sus secretos con gente cargosa e ignorante.

El país de gua'u y el país teete

** Debo proponer ahora una pregunta que resultará candorosa: ¿Dónde buscar la cultura paraguaya? Y, por consiguiente, ¿dónde investigar sus mecanismos de funcionamiento? ¿Dónde escudriñar sus secretas claves? Las preguntas son pertinentes porque son alimentadas por esta realidad: no hay un solo Paraguay sino dos, culturalmente hablando. Coexisten dentro de la misma geografía, como hermanos siameses, sin que uno pueda ser comprendido sin tomar al otro en consideración.
** En primer lugar, rutilante de luces y banderas, en sitio bien visible, anunciado por tambores y trompetas, se encuentra el Paraguay de gua'u, palabra guaraní que designa lo que es simulado, regido por la ficción, falso, trucado, mentiroso. En segundo lugar, ya en la semi penumbra, agazapado como un ladrón, humilde como un mendigo, pero vital y vigilante, se encuentra el Paraguay teete otra eficiente palabra guaraní empleada para nombrar a lo que es real, auténtico, genuino, prístino, puro.
** Son dos países, bien distintos uno del otro. Viven sobre la misma geografía, como animales de distintas especies disputando un único cazadero. Pero ambos se encuentran en estrecha e inseparable vinculación. El uno envuelve al otro como la cáscara a la pulpa de una fruta, como la piel a la musculatura. Son el anverso y el reverso de una sola medalla y no pueden ser comprendidos separadamente.
** El Paraguay de gua'u es una concesión de la cortesía. Y ésta, ya se sabe, es una virtud paraguaya por excelencia, en lo cual están contestes todos los que estudiaron el asunto. En este caso, la cortesía tiene como blanco al mundo exterior. Exterior al país, se entiende. Me refiero al vasto y misterioso mundo de los pytagua (extranjero), que se extiende más allá de nuestras fronteras, hacia los cuatro puntos cardinales. Un mundo al que, desde nuestro aislamiento, siempre hemos visto como peligroso y hostil, capaz de imprevisibles comportamientos.
** El Paraguay de gua'u es como la fachada de una casa nueva, cuyos adornos y firuletes tienen como finalidad cultivar la admiración de quienes pasan por la calle. Sólo que quienes viven dentro de la casa no pueden ver los afeites que le han puesto a su parte externa. Les está vedado. Pero pueden imaginarla, suponer sus líneas, soñar su diseño y construirla interiormente, alta y deslumbrante, erguida y limpia bajo el sol.

Enlace al ÍNDICE de la versión digital de En busca del hueso perdido
Tratado de Paraguayología
Prólogo
Introducción del autor
- I -
En donde se habla de las escuálidas pretensiones de este ensayo y se describe el esfuerzo realizado en su perpetración
Una definición autorizada
La desconfianza de Gog
No romper los sellos celestes
El fetichismo del método
La verdad bajo sospecha
Pensar enferma; no olvide vacunarse
Pedagogía contundente
En los dominios de la semiciencia
El esfuerzo de Julio Correa
Se confirma una sospecha
- II -
Donde el doctor Francia busca un hueso sin encontrarlo
El «tipo ideal»
El paraguayo: ¿un hueso de más?
Un paseo por la eternidad
La gripe y el coqueluche
Mal gálico: contribución americana
Esquipodos y sirenas
Los onocentauros
Ni Jauja ni Mborelandia
- III -
Dos países en uno
Bacteria y microscopio
El país de gua'u y el país teete
Marco Polo al revés
«Puro petáculo»
Una posta para repasar lugares comunes
La bibliografía
- IV -
Abominación fanática de la palabra escrita y reivindicación de los versitos del truco
Los malos ejemplos
Con el verso y la música a otra parte
Los peligrosos «letrados»
No hacen falta los libros
La sabiduría y la confianza
El material de investigación
Arandu ka'aty
- V -
Con la ayuda de doña Petrona se realiza una decidida incursión en el terreno de la gastronomía folclórica
La raza guaraní
El acicalamiento nativo
La aristocracia «ava»
La cosecha de mujeres
Un cóctel importado
Segunda mano de pintura
Una pizca de canela
El aluvión de la posguerra
El mejor pedigree
Una receta de doña Petrona
- VI -
En donde se olfatean algunas claves de la china sudamericana y se realiza un paseo con Olaf el vikingo
El aporte de la hematología social
¿Cuánto nos queda de indígena?
Tallarines y hamburguesas
Doctrina aria para morenos
Quiero vale cuatro
El idioma infiltrado
La «China sudamericana»
La sequía permanente
Un sacerdote descubre el terere
El perfil rural
El bilingüismo: ¿un cuento?
Economía de autoabastecimiento
La experiencia histórica
La búsqueda del hueso perdido
- VII -
Aquí se comprueba una vez más que no es oro todo lo que reluce y es mejor confiar en una pluma de kavure'i
Discurso sobre las cosas
Magos a bajo costo
Que fluya lo maravilloso
Fábulas y cabulerías
El imperio de la magia
Galería de «abogados»
Cultura shamánica y mágica
- VIII -
En donde una rueda no cesa de girar y hay tiempo de tomar un baño de luna
Un mito demencial
«El mundo es una rueda...»
No may nada nuevo bajo el sol
Un petiso charlatán
El río y la influencia lunar
Mala combinación: la luna y el «norte»
Ritos religiosos y paganos
- IX -
Una edad de oro sin un cobre
Los trovadores de la historia
Un inventario de escombros
La iconografía del doctor Ross
El código de los laberintos
Insólito caso de organización
Actitud simbólica
El galope de los arquetipos
Nuestra edad de oro
Donde interviene la poesía
Las preocupaciones del bachiller Carrasco
El destino y la esperanza
- X -
En donde se celebra con inocultable alivio que en lo alto del gallinero habitan gallinas y no elefantes
«El que puede, puede»
La doctrina de Toto Acosta
La ley del mbarete
Una misiva incolora
Parábola del zorro gris
Upeara ñamanda
Don te'o y la pena del azote
Amigos y parientes
Pioneros del «braguetazo»
De la carreta al «Mercedes»
Sólo para deportistas
- XI -
Aparece el hombre invisible y se insinúa un tratado de técnicas de supervivencia con digresiones sobre química y física y parapsicología
Las fintas del camanduleo
Del chin-chon a la generala
Incomprensión de la táctica
Un poco de química y de parapsicología
Misterios moleculares
Sintomatología del soroche
El efecto Griffin
- XII -
Aparición de tres monos del oriente y explicación de la táctica de las arañas
Lenguaje para criptógrafos
Código para chinos
Del ñe'embegue al radio so'o
Prohibido emocionarse
«En boca cerrada...»
La ley del ñemibotavy
Los tres monos del Oriente
«Malagradecido presokue»
«Dios se lo pague»
Astima ndeve
- XIII -
Teoría del conflicto o las bondades del freezer
Un freezer para los conflictos
El oparei
La solución so'o
La ley del jepoka
La ley del vai vai
Ãga ajapota aina
La hora paraguaya
- XIV -
La doctrina del chake e instrucciones sobre como no pisar una mboichini
Instrumentos típicos
Por si sea más feo
Crímenes políticos
Contabilidad orejera
El guasu api
No hay lugar para el vyro chusco
El ábaco de cascabeles
«Gauchos» de ayer y de hoy
El liderazgo y el garrote
- XV -
La cultura del requecho y los tres gestos de José Gill
Los ideólogos del requecho
La fortuna no está en los libros
El partido del presupuesto
«Nadie sea tan osado...»
El guataha
- XVI -
La tradición del pokare y técnicas diversas de alteración de las superficies sustentantes junto con algunas proposiciones metafísicas
Arqueología del pokaré
El pícaro como paradigma
Simulación y mimetismo
El despreciado mbatara
Virtuosos del cepillo y montañistas
Antebrazos ideales
Técnica del serrucho
Virtuosos versus serruchadores de oído
Artesanía contra tecnocracia
Glosario de algunas palabras, aforismo o expresiones en guaraní o en castellano, utilizadas en este libro
Índice Onomástico de personajes paraguayos o de extranjeros vinculados con el Paraguay

1 comentario:

  1. Geniaaaaal! Una lección de paraguayidad!!!! Gracias a Sandra Díaz por darme este valiosa información sobre mi querido Paraguay...!!!!

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