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lunes, 2 de agosto de 2010

MANUEL GONDRA - EL IDIOMA GUARANI - Fuente: MANUEL GONDRA. MENSAJES Y ESCRITOS - Prólogo: JORGE BÁEZ ROA


EL IDIOMA GUARANI
Documento de
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EL IDIOMA GUARANI Y SU CAPACIDAD EXPRESIVA
Terminada la corrección de los errores materiales que en mi lectura de la primera parte del "Compendio" anoté, paso a rectificar ahora algunos conceptos del doctor Garay, consignados en la "Introducción" de su obra, conceptos de los cuales uno es de no escasa significación.
Nadie niega hoy día la importancia que tiene el estudio de las lenguas para el historiador. Mediante él se puede establecer el parentesco o afinidad de ciertas razas, reconstituir el mapa etnográfico de tiempos ya remotos, o trazar sobre el planeta el itinerario de esos pueblos errabundos que no dejan de su paso otras señales sino los nombres con que bautizan los lugares que van recorriendo en sus migraciones. Los mbayás han desaparecido del Paraguay, pero la nomenclatura geográfica de la región norte del país, será a manera de monumento perdurable que recuerde la dominación de esa tribu valiente, nunca domada, que reconquistó de los españoles aquella comarca y fijó en ella su asiento durante un tiempo.
Pero no es éste sólo el alcance de los estudios filológicos. Lo tienen aún mayor. Cuando una raza se extingue sin dejar monumentos científicos o artísticos, que puedan revelar el estado de cultura que ella alcanzó, y sólo se salva su lengua en los libros de los viajeros, conquistadores o misioneros, bástale al historiador saber interpretarla con perspicacia, para poder conocer aproximadamente el grado de desarrollo intelectual a que llegó aquel pueblo muerto sin otorgar, testamento histórico (1).
Humboldt lo dijo: "no se debe considerar una lengua como un producto inerte formado súbitamente. Ella es un ser viviente y siempre creativo. El pensamiento humano se elabora a sí mismo con el proceso de la inteligencia y el lenguaje es una manifestación del pensamiento".
Filólogo e historiador insigne ha habido, el ginebrino Pictet, que extremando estas ideas, creó como dice un sabio escritor "una ciencia nueva, admirable cuando no degenera en temeraria, la paleontología lingüística, que por las reliquias de un vocabulario intenta restaurar la historia primitiva de las razas que no tuvieron historia".
Previas estas consideraciones que creía necesarias, incurre en una curiosa contradicción. Dice (pág. XI) que los guaraníes "admitían la inmortalidad del alma" y que creían en una vida futura y perdurable, y, poco después (pág. XVI), afirma que "no tenían palabras para expresar las ideas abstractas". ¿Cómo? ¿Concebían las más altas abstracciones, la inmortalidad, la eternidad, generalizaciones tan amplias que deben ser colocadas según Spencer en la esfera de lo incognoscible, y carecían de signos orales para representarlas? Esto es inaceptable. Adquirida la idea nace su símbolo, porque el lenguaje sigue las vicisitudes del pensamiento. Por eso dijo Humboldt: "un idioma no puede quedar estacionario". La lengua guaraní tiene en efecto, voces que expresan ideas abstractas.
Don José Manuel Estrada en sus "Lecciones de Historia", considerando naturalmente, a la raza guaraní como una de las bases étnicas de la sociabilidad argentina, quiso sorprender su psicología analizando su lenguaje, pero su estudio es muy deficiente porque, conociendo aquél sólo por los libros que escribieron los Jesuitas, no pudo sacar todo el fruto que con más preparación hubiera obtenido. Sin embargo, dice sensatamente: "Eran hasta cierto punto capaces de abstraer, puesto que llegaban al concepto racional, y podían distinguir con dos palabras (anghecó aci y tetér eci aci) las afecciones de la sensibilidad orgánica de las de la sensibilidad moral" (2).
Y aquí cabe, porque se relaciona con esta cuestión, rectificar un error que corre en algunos libros y que, si no aparece en el del doctor Garay, ha sido sin embargo cometido por él antes de ahora, si bien que, explicado de manera distinta a la de otros autores (3). Me refiero a eso de que los guaraníes no tuviesen palabra para expresar la gratitud, queriendo significarse con esto que se hallaban en un estado muy primitivo de desarrollo moral. Desde que leí esta proposición me pareció errónea, y busqué las pruebas que la invalidaran.
No podía yo concebir que ese sentimiento no existiese en el corazón de los aborígenes del Paraguay, pues lo juzgo uno de aquellos explicados muy bien por la teoría spenceriana, que engendrados en las entrañas del más estrecho egoísmo, van luego evolucionando por lentas modificaciones, hasta manifestarse en la forma de un impulso altruista y los guaraníes, que no se hallaban por cierto, en los lindes de la animalidad, debieron poseerlo, no digo completamente evolucionado, pero, cuando muy adelantada ya la evolución, había dejado de ser una manifestación puramente egoísta.
Y lo tuvieron. Investigaciones que no han sido todo lo prolijas que habría querido, me hicieron, sin embargo, hallar la voz que empleaban para expresar la gratitud, y ella es agüiyebeté (la i con el sonido con que se dice agua en esta lengua). Exponiendo sus acepciones, dice el P. Restivo: "palabra de agradecimiento o complacencia, úsanla cuando dan gracias o parabienes", y más adelante: "cuando le dan alguna cosa o le saludan dice (habla del indio): agüiyebeté, te lo agradezco... "(4).
Según se ve, es expresión considerada usual en los labios del indígena, y no tiene nada que la denuncie como de posible procedencia extraña.
Su autenticidad es para mí indudable. Montoya no la consigna en su Tesoro, pero ella existe en la edición de este mismo con adiciones y anotaciones de Restivo, el cual fué reputado por el más notable entre los lingüístas misioneros. El P. Patricio Fernández, en su obra sobre los indios chiquitos, trae un dato que demuestra las aptitudes de aquél para el aprendizaje de las lenguas indígenas. Cita un documento de la época en que, encareciendo el autor lo difícil que era el idioma de aquella tribu, dice: "El P. Restivo, que con un mes de estudio en la lengua guaraní, pudo ejercitar nuestros misterios, en todo el tiempo que ha estado aquí nunca se ha atrevido a predicar"(5).
Además el silencio del texto de Montoya en este particular no es de extrañarse, porque cuando él escribió su obra no abundaban libros anteriores que le hubieran podido servir de base (acaso había sólo los de Aragona, aunque ignoro si estaban ya impresos) y, como es natural, no pudo recoger muchas voces, las cuales fueron incorporadas más tarde a su diccionario por los que le siguieron en esos trabajos.
Los guaraníes, pues, no sólo sentían la gratitud sino que también poseían el signo oral para representar ese sentimiento. Quede, pues, levantado ese falso aserto de los que quieren exagerar la barbarie en que los halló la conquista española.
Ahora analizaré la afirmación del doctor Garay a que aludí en el primer párrafo.

EL GUARANI Y LAS IDEAS ABSTRACTAS
Las opiniones del doctor Garay acerca de la psicología de la raza guaraní, estudiada a través de su lengua, se condensan en el siguiente párrafo (pág. X VI): "No tenían palabras para expresar las ideas abstractas, y casi todos los diversos estados del ánimo los referían a los del estómago o a sensaciones puramente fisiológicas".
Creyendo haber refutado acabadamente la primera parte de esta afirmación, pasaré a la segunda, que es de más trascendencia.
¿Puede decirse, sin caer en contradicción, que una raza que tenía tan espiritualizados ciertos sentimientos (6), los expresara por medio de vocablos que se referían a ideas materialísimas, según afirma el autor del "Compendio"?.
Aparte de lo contradictorio de ambas proposiciones en el doctor Garay, entristece el pensar que, si la última fuese verdadera, sería el dato más revelador acerca del estado de cultura de los guaraníes, a quienes presentaría debatiéndose aún en la más grosera barbarie, casi como tipos de transición entre la animalidad irracional, que vive en el mundo de las meras sensaciones físicas, y el hombre de los tiempos primitivos en el que alumbra ya, aunque con luz indecisa, la llama del espíritu.
¿Y es ella verdadera? Entiendo que el doctor Garay ha llegado a ese juicio por una inducción hecha sobre un dato erróneo: observando que ciertas cualidades morales y fenómenos varios del espíritu (valor, miedo, bondad, congoja, zozobra, arrepentimiento, etc., etc.) los expresaban los aborígenes por medio de palabras en que entraba la voz pïa, que significa casi solamente estómago en el uso de nuestros días (7).
Aparte de no ser guaraní actual el que el historiador debe estudiar en este orden de ideas, pues en trescientos cincuenta años las lenguas se modifican mucho sobre todo cuando sufren al influencia absorbente de otras más vigorosas, aquella palabra tuvo y tiene aún diversas acepciones. Ella significa corazón, y en ese sentido entra en la composición de la voz que expresa los latidos de aquel órgano. Un estudio atento de los vocabularios jesuíticos nos demuestra además, que era muy amplio el primitivo valor de esa dicción. Ella sirvió también para designar el vientre, de modo, pues, que en su sentido genérico primordial, abarcaba así los órganos aposentados en la región toráxica como en la abdominal. Y de este modo concibo muy bien su origen, que no sé si algunos autores lo habrán expuesto ya antes de ahora, cual voy a hacerlo.
El P. Chomé de la Compañía de Jesús, haciendo el elogio de este idioma en una de sus cartas, dice, caracterizándolo: "cada palabra es una definición exacta que explica la naturaleza de la cosa que se quiere expresar, y que da de ella una idea clara y distinta" (8). Y bien, dada la acertadísima observación del escritor jesuita, que fue la que acaso indujo a Lieber a proponer una nueva denominación para las lenguas polisintéticas, y considerado el sentido tan lato de la voz pïa, que significaba corazón, estómago y vientre al mismo tiempo, veo su origen en na contracción o aglutinación de dos palabras: pï, pies y á, (síncope de ári), sobre, es decir, sobre los pies, (en guaraní las elipsis y las figuras de dicción, como dice la gramática del grupo restrictivo, tienen inmensa importancia cuando se trata de determinar la clasificación morfológica de aquel idioma).
Si, pues ella indicaba lo que está sobre los pies, esto es, el cuerpo (si mi creencia no es equivocada) ¿por qué se ha de decir que cuando la lengua, evolucionando siempre, comenzó a perder sus homonomias, entrando en el período de la diferenciación verbal, la palabra pïa, no expresaría la idea de corazón y si sólo la de estómago? Prueban que no fue así todos los textos jesuíticos y principalmente los "Sermones y Ejemplos" de Nicolás Yayuguay, a quien cito con preferencia a otros porque su autor fue un indio, en los que a cada paso se usa aquella voz en el sentido de mi tesis (9).
Se objetará quizá que, siendo el corazón una víscera anatómica como otra cualquiera, siempre resultará en último caso que expresaban ideas del orden moral con signos de ideas materiales. Aunque esto fuera cierto, no sería nada de extraño en el guaraní, porque lo mismo ha acontecido en todas las lenguas, razón por la cual es generalmente aceptada en filología la clasificación de los estados porque ha pasado el lenguaje, en natural, simbólico y meramente significativo. Y a la verdad que, si la imitación, la onomatopeya, es tan resaltante en él y hacen aparecerlo como en el período natural, el simbolismo es la única explicación que cabe a los nombres correspondientes a muchas alcas. Así cuando para decir año empleaban la palabra roï, (invierno) no procedían, ideológicamente, de un modo diverso al de los poetas castellanos, cuando usan los vocablos primavera, abriles e invierno mismo para significar esa división de tiempo; y cuando nombraban las pupilas, llamándolas ¡hermosa metáfora! semilla de los ojos (10), no hacían otra cosa que trazar una imagen tan expresiva como la que alguien ha pintado al llamar a los ojos ventanas del alma. Sólo que el simbolismo de aquellos tiempos del guaraní obedecía a la necesidad de expresar ideas que carecían de signo, y el del castellano de nuestro tiempo, a que en literatura general se da el nombre de lenguaje trópico, se propone principalmente embellecer la expresión. Por eso dijo el orador latino que con los tropos había sucedido lo que con el vestido, que si debió su origen a las necesidades corporales del hombre, llegó a ser después obra de lujo y arte, cuando éste, no contento con la utilidad, buscó también en él el agrado de que produce la contemplación de los objetos bellos.
Creo haber demostrado suficientemente que la interpretación hecha por el doctor Garay y de la palabra pïá, que le indujo a sentar la proposición por mi rebatida, es inexacta pues que dicha voz en los casos a que el "Compendio" se refiere, sólo significaba y significa corazón.
Pasaré ahora a examinar lo que el doctor Garay dice acerca del estado morfológico de la lengua guaraní al tiempo de la conquista.

NATURALEZA Y ESTRUCTURA DEL IDIOMA GUARANI
Hablando de la unidad de origen de los pobladores precolombianos del Brasil y los del Paraguay y gran parte del Río de la Plata, dice el “Compendio” que ella se revela en "la analogía de las lenguas que hablaban, y que indiscutibles fundamentos hacen creer que no era más que una sola en períodos distintos de su desarrollo: el tupí, más primitivo, cuasi monosilábico, conservando escrupulosamente las raíces con que formó la aglutinación; el guaraní, más desenvuelto ya, en que la raíz monosilábica pierde su significación para abandonarla al vocablo aglutinado". (pág. III).
Que el guaraní y el tupí, llamado también hoy día lingua geral en el Brasil, eran un mismo idioma, lo comprueba el estudio comparativo de ambos y la tradición histórica de la gente que los habla, y tiene en su apoyo la opinión general de los americanistas que se dedican a los trabajos lingüísticos, y de los historiadores que han tratado de la primitiva población de estas comarcas: Maury Du Graty, Brinton, Varnhagen, Cavalcanti, Mitre, sirviendo de base antigua a este aserto lo que dice el venerable Montoya, en la advertencia que Lace a los padres religiosos, clérigos, curas, etc. etc., en las primeras páginas de su "Tesoro": "Tan universal (es el guaraní) que domina ambos mares, el del sur por todo el Brasil, y ciñendo todo el Perú, con los dos más grandiosos ríos que conoce el orbe, que son el de la Plata, cuya boca en Buenos Aires es de ochenta leguas el gran Marañón, a él inferior en nada, que pasa bien vecino a la ciudad del Cuzco..." El guaraní y el tupí eran, pues, una sola lengua. Acaso existía entre ellas al tiempo de la conquista meras diferencias dialectales. Hoy día la separación entre ambos es, indudablemente, mayor, por las alteraciones no sólo fonéticas, sino también sintácticas que en el primero ha causado la lengua castellana y en el segundo la portuguesa, auxiliada en esta obra de corrupción por los otros idiomas europeos que hablan los grandes núcleos de inmigración ultra-atlántica, establecidos en algunas provincias brasileras. Estas consideraciones no pueden referirse, pues, al estado presente ele ambas lenguas, organismos heridos de muerte por la anemia de una lenta pero tenaz consunción.
Ahora bien, ¿en qué grupo de la clasificación morfológica debe incluirse el guaraní? ¿Es monosilábico, es aglutinante, es flexible? El doctor Garay dice que el tupí era cuasi monosilábico, y da a entender que el guaraní, más desenvuelto, iba entrando o se encontraba ya dentro del período de aglutinación, de tránsito para el inflexional.
No opino así por lo que respecta al primero, pues, aunque se sostenga que no era el propio idioma que el del Paraguay precolonial, teniendo, según todo lo que hasta ahora se sabe, unidad y simultaneidad de origen con él, nada hay que pueda Hacernos creer que en igual espacio de tiempo no hayan corrido parejas en su desarrollo. Y esta creencia se robustece con la lectura de los tupistas brasileros, al través de los cuales aparece evidentísima esta íntima analogía, esta casi identidad. Un dato lo dirá todo: aquellos lingüistas estudian por igual, y concediéndoles la misma importancia, las obras de Montoya y Restivo y las del Padre Anchiela, primer autor de una obra gramática y vocabulario tupís.
Ambos se encontraban, pues, en el mismo estado de conformación estructural.
¿Y cuál era él? El aglutinante; aunque no son de este modo de pensar reputados americanistas.
Ha poco Lucien Adams escribía desde París a un quichuista argentino, Lafone Quevedo, diciéndole tenía en preparación y próximo a dar a la estampa un estudio filológico, que será o, por lo menos, promete ser de alto interés en esta parte de América. Versa él sobre el guaraní y se propone demostrar que, no sólo no es polisintético, sino que esa división tan generalizada de las lenguas, según su estructura, en monosilábicas, de aglutinación y flexibles, no pasa de ser "una bella hipótesis hegeliana".
¿Sacará ovante su tesis Lucien Adams? Esperemos su obra. Entre tanto, adelantémonos a decir que ella está lejos de ser una novedad, ya en 1876, Adolfo Varnhagen, Vizconde de Porto Seguro, escribía: "Es necesario desde luego proclamar que, esta lengua (el tupi, y por lo tanto el guarani) no debe ser considerada como polisintética", cualidad que no es más que la de una amplia aglutinación. Es verdad que el propio autor se encargó de contradecirse, diciendo pocas páginas después: "La lengua era aglutinante, pero al mismo tiempo poseía para los verbos ciertas flexiones"... Mitre observó ya esta divergencia tan resaltante en un mismo libro. Seguramente el vizconde escribía, mojando su pluma en tinta hecha con agua de aquel río del olvido de que habla la mitología griega.
El polisintetismo del guaraní es para mí evidente. Lieber, teniendo en cuenta quizá la observación del P. Chomé de que hablé ayer, hizo notar que el "epiteto de polisintéticas propuesto por Duponeeau da inexactamente el procedimiento que distingue a las lenguas americanas, y le sustituyó el de holophrásticas, palabra formada de dos griegas: holos (la h aspirada), todo y phraso, yo hablo; holophrástico quiere decir, pues, que expresa la idea en su todo". Recuerdese al P. Chomé.
Esto por lo que respecta a la naturaleza espiritual de la palabra. En cuanto a su naturaleza física, esto es, a la fonética de la lengua, Lieber explicó con una ingeniosísima comparación, el modo cómo se formaban las palabras, diciendo que era por incapsulación, por cuanto en el vocablo aglutinado entran los componentes de tal modo que aquél es a manera de una "caja en la que estuviese contenida otra, la cual encerrase una tercera, que contuviera a su vez una cuarta, y así sucesivamente".
Esta explicación gráfica, porque, descomponiendo las voces guaraníes, se puede ver muy bien que constan ellas de otras varias, a la manera, diré sirviéndome de un símil que me parece expresivo, de cuentas unidas entre sí por el hilo de la aglutinación, hilo que unas veces se percibe claramente por la transparencia de aquellas, pero que otras veces no se ve por la opacidad de las mismas, y es tan resistente que siendo imposible soltarlo, no pueden ellas separarse y están como formando un todo indivisible.
Unos ejemplos aclararán esto. En las palabras colina y montaña, "ïbïtïmi" y "ïbïtïruzú", es fácil notar la formación: los sustantivos "ïbï", tierra, y "atïra", montón, y los adjetivos mirí o miní y guazú o ruzú, pequeño y grande.
Pero en la palabra "tïreï", huérfano, sólo después de algunas disquisiciones se puede hallar satisfactoriamente explicación de su origen, que no es otro sino la siguiente frase: "tïreï", esto es, sin compañero, sólo, porque la primera dicción indica la idea de compañía, de cosas que andan, están o se usan juntas, (de aquí que al pan, al chipá, al maíz, mandioca, etc., etc., se les diga "tira", es decir, que acompañan a otros alimentos para ser comidos).
Mucho me temo, pues, que si Lucien Adams, ha estudiado el guaraní en su gabinete, en los libros jesuíticos, y no en los labios de los que lo poseen, único lugar donde las lenguas viven, porque la escritura es sólo el retrato de la palabra hablada, generalmente poco parecido al original, mucho me temo, digo, que esas cuentas de que en el símil hablé, le resulten casi todas no de transparente vidrio sino de opacísimo barro cocido.
Algo de esto le ha ocurrido al general Mitre quien, queriendo desentrañar la descripción, que, como casi todos los nombres, encierra el de viento, "ïbïtú", siguiendo a Montoya, dice "que es contracción de tierra y "tú", golpe, en el sentido de aporrear". Aparte de que el instinto etimológico de Montoya era deplorable, y de que antes de ahora ya varios autores han explicado la formación de esa voz de otro modo (ïbï, tierra y "pïtú", aliento, hálito, metáfora muy poética), otra consideración debió guiarle hasta hacerle conocer que el segundo componente, "tú", podía ser interpretado más lógicamente que como él lo hizo.
Todos los cronistas coloniales dicen que Gaboto en su navegación del alto Paraná en 1528 llegó hasta el "Itú", o "Salto", del que no pudo pasar.
Dicha palabra se compone de "ï", agua y "tú" (esta u debe pronunciarse con más cantidad, es decir, más larga que la castellana) ¿Y qué significa ese monosílabo? Bien lo dan a entender los escritores antiguos con la traducción '' que hacen, esto es, "Salto de agua", confirmándolo el hecho de que en las cordilleras, cortando el camino de Caacupé a Piribebuy, corre un arroyo de igual nombre, "Ïtú", el cual no lo puede deber sino al mismo accidente de su álveo, pues que, en efecto, tiene un salto de alguna consideración, cuya altura exageró, sin embargo, Azara en sus apuntes de viaje.
"Itú" por lo visto, expresa salto de agua, lo que también confirma Montoya en su "Tesoro".
Ahora bien, que "Ïtú" signifique salto o golpe de agua, se explica porque en realidad ésta golpea a la tierra al caer; pero que "ïbïtú" exprese "golpe de tierra", como dice el general Mitre, siguiendo al jesuita, no sólo no se concibe, sino que es lógicamente inaceptable, porque cuando sobreviene un viento huracanado, no es la tierra quien golpea o azota sino la azotada.
Esto por una parte y por otra la abundancia de hermosísimas metáforas en el guaraní, me llevan a creer que la verdadera interpretación de la palabra viento en esa lengua, es hálito de la tierra y no golpe de tierra.
En todo caso, para sostener su traducción el General Mitre tendría que hacer la siguiente previa demostración: que los guaraníes crearon la palabra viento antes que la de aliento.
Sin esto, su tesis es insostenible. ¿Podrá hacerlo? Lo dudo. Entretanto, consignaré de paso que él es también de los que opinan que los aborígenes no poseían palabras para expresar ideas abstractas.
Resumiendo, diré que sigo y seguiré, mientras Lucien Adams no prueba lo que promete, a los que sostienen que el guaraní es acaso la lengua principal del grupo de las polisintéticas. Empleo esta palabra, aunque me sea más simpática la propuesta por Lieber, porque ella ha prevalecido en las obras lingüísticas.

ADVERTENCIA
1ª - Este artículo se ha escrito a la vista de varias obras. La falta de tiempo me ha impedido señalar puntualmente la procedencia de todas las citas, pero no dejaré de expresar los libros y autores; los capítulos o páginas los indicaré, si alguien no pudiese, con los textos en la mano, evacuar las citas hechas. Aquellos son:
Obras de Lozano, Guevara, Azara y Du Graty mencionadas antes de ahora. - "Arte, Vocabulario y Tesoro etc." de Montoya - el mismo con anotaciones de Restivo.
"Lettres edifiantes" t. XXII. "La terre et l'honrme" de Alfredo Maury. " L'origine touraniemre des américains tupis-caribes" del Vizconde de Porto Seguro. Viena 1876. "The conception of love in some americain languages" de Daniel Brinton. "Gramática de la lengua brasilera" hecha teniendo presente la de Anchieta, publicada en 1874 por Platzman sin nombre del autor. "The Brasilian language and its agglutination" de Amaro Cavalcanti. El estudio del general Mitre sobre la obra antes mencionada del vizconde, publicado en la revista "La Biblioteca" de Buenos Aires., 1896, año I, núm. 6. La carta de Lucien Adams que publicó "La Nación" de aquella capital, la tengo en mi colección de recortes.
2° - Algunos artículos anteriores salieron con leves incorrecciones tipográficas, de las que la culpa corresponde a mi mala caligrafía y no a los cajistas. Los lectores las habrán salvado, seguramente. Quiero, sin embargo, llamar la atención sobre las que se refieren a las voces guaraníes. Dije ayer que el sonido de la voz agua lo representaría por "ï" y el de este mismo sonido con inflexión nasal por "ï", como no ha aparecido el artículo con la debida corrección, háse trocado la “ï”, en casi todas las partes en que se hallaba, en "ï"; así en lo referente a la palabra "tesaïi" del texto y las que le corresponden en la nota respectiva.
3° - En la parte a que se refiere la advertencia anterior empleé yo ayer la palabra síncope. Aunque muchos filólogos, todos los franceses, la usan en el mismo sentido del caso a que yo la apliqué, noto que, pues hablé de las "figuras de dicción", debí emplear la voz apócope que sería la propia dentro de la gramática castellana, si bien que, repito, el modo como ayer la usé no está en pugna con su significación etimológica, y encaja por el contrario dentro de ella.
4° - Escritos estos artículos a diario, pueden, como es natural, deslizárseme muchos errores. hoy haré una aclaración respecto a una cita del E Montoya. Dije el sábado que en su “Tesoro” no se hallaba la voz "aguïyebeté", y dije mal, pues sí lo está, aunque sin los ejemplos que aclaran bien su alcance en la anotación por Restivo.

NOTAS:
(1) Séame permitido recordar que en el Congreso de Profesores del año pasado, yo preconicé como lo hago otra vez ahora la importancia de la filología en este particular, pues, disponiendo como aquí se dispone, de un hermoso elemento de investigación (el conocimiento de la lengua guaraní), se podrían llevar a cabo interesantísimas disquisiciones históricas. V "El Pueblo" del 28 de Enero de 1896.
(2) V "Revista Argentina". Buenos Aires, 1868. Tomo 1, pág. 180. si Estrada hubiera sabido el guaraní hubiese podido comprender bien cuál era el carácter de la unión conyugal de que habla él. La voz mena (marido) viene de mé (pronúnciese nasal) que significó primitivamente macho, varón. Por eso cuando importaron los conquistadores ciertos animales desconocidos de los indios, éstos los designaron, agregando al nombre del animal hembra la palabra mé para el masculino: así al gallo llamaban en veces urúguazú-mé y al toro vacó-mé, según Montoya. Arte, vocabulario y tesoro de la lengua guaraní, edic. de Leipzig, 1786. Tomo III, pág. 217. La palabra tembirecó (en composición rembirecó) significa cosa poseída. La partícula tembi o temi (según sea la voz siguiente), precediendo a un verbo, forma nombres sustantivos, así embiúte, temimondó, enviado etc. cte., respondiendo casi siempre a los participios castellanos que en veces obran como nombres. Estos datos lingüísticos arrojan mucha luz sobre el concepto que del matrimonio, si así puede decirse, tenían los aborígenes guaraníes. Hoy día con la evolución natural del lenguaje, se ha esfiunado ya el significado etimológico de aquellas palabras, si bien que sea posible observar aún su origen y formación.
(3) No teniendo a la mano la publicación en que hizo el doctor Garay esta afirmación, y no habiendo dispuesto de tiempo para ir a consultar las colecciones efemeridográficas de la Biblioteca pública, sólo después puntualizaré esta cita. El doctor Garay explicaba el hecho como Terany Gamba, quienes dijeron que era debido a que los guaraníes "estaban persuadidos de que el acto de hacer un beneficio es cosa natural en el individuo de la especie humana" V cap. 1 de la Historia de estos escritores.
(4) V "Arte de la lengua guaraní" de Montoya, con escollos, anotaciones o apéndice de Restivo, reimpresión, Stuggard, 1892, pág. 221. La palabra agiüyebeté ha sufrido la misma suerte que muchas otras. Desapareció por la influencia de la lengua de los conquistadores. El ser reemplazada por voces españolas guaranizadas, como estimá, ha inducido en mi entender, a los escritores modernos al que yo reputo por error, y en tal concepto rechazo.
(5) V "Relación historial de las Misiones de los indios chiquitos", Madrid, 1895, tomo I, pág. 63.
(6) V lo que dijimos ayer sobre la expresión de la gratitud. La explicación que a este respecto hacen los señores Pereyra Gamba y el doctor Garay, consiste en decir que los beneficios no obligaban al que los recibía, porque consideraban el hacer el bien como la cosa más natural en el hombre, la más depurada manifestación altruista.
(7) Para que se entienda mejor este artículo, téngase presente esto: la ï con dos puntitos, representa el sonido de la voz agua en guaraní; y con acento circunflejo se pronunciará lo mismo, pero con inflexión nasal.
(8) V "Lettres edifiantes el curicuses escrites des missions", eta, cte., París, 1736. Tomo XXII, de la colección, pág. 409.
(9) Y edición de la Imprenta Jesuítica. Pueblo de San Francisco Javier, -año 1727- páginas 24 y 38 de la parte I. Como esta obra es una verdadera curiosidad bibliográfica y no ha sido reimpresa, serán rarísimos los lectores que puedan evacuar esta cita. Al que quiera hacerlo le proporcionaré el libro. Escribo el nombre del autor, como lo escribieron siempre los jesuitas, aunque en mi concepto debiera hacerse de otro modo, pues Nicolás Yapuguay quería decir Nicolás el verídico, esto es digno de fe, y, por lo tanto, sería contracción de yapú, mentir, cuaá saber, y í, partícula negativa o privativa, esto es, el que no sabe mentir.
(10) Pupilas se dice en guaraní "teçáii" aglutinación de "teça", ojos y raïi semilla.
.
Fuente.
Obras de MANUEL GONDRA
Prólogo: JORGE BÁEZ ROA
COLECCIÓN LITERARIA, 36
© De esta edición:1996,
Editorial El Lector
Composición y Armado: MANUEL JOSÉ FLECHA
Tirada: 1.000 ejemplares
Asunción – Paraguay
1996 (214 páginas)
.
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