DE LAS GRAFÍAS DEL GUARANÍ Y DE LAS ORTOGRAFÍAS
POR: MOISÉS S. BERTONI, 1940
Una cuestión, cuya importancia no todos saben medir,
es seguramente la de la grafía,
o arte de escribir las voces y sus compuestos.
Para la ciencia, como para todo trabajo en que la exactitud es necesaria, adoptar una mala grafía es una desgracia. La literatura y los escritos populares pueden, en último análisis, adoptar cualquier grafía para las lenguas no escritas, o escritas al capricho de cada uno, como la guaraní. Será un inconveniente más o menos grave. Pero las obras científicas que no adoptan y siguen rigurosamente un buen método de grafías de palabras, introducen la confusión y preparan otras confusiones o errores para el porvenir.
Bastaría citar como ejemplo la obra capital de Piso y Marcgrav, respecto a plantas, animales y medicina, impresa en 1648, en edición de lujo y profusamente ilustrada. La desgraciada adopción de la C para los nombres guaraníes, y el escribir C en vez de K, llenó de errores de impresión a tan importante libro, e hizo entrar en la ciencia errores que llegaron a ser prácticamente insalvables, por lo universal que ya son. Y sin hablar de los dislates de Hans Staden, de Schmiedel, y de otros ignorantes, habría que recordar el acrobatismo gráfico de Lèry, y las grafías lusitanizadas de Gabriel Soares, Magalháes de Gandavo y de todos los antiguos portugueses, a las franco-hispánicas de Rochefort y el p. Breton, a la franco-lusitana de Yves D'Evreux, a la italo-lusitana de los traductores de Thevet, y por fin, a las holandesas, francesas, alemanas y latinas. Todo eso vino a constituir un laberinto de falsas vías, que llega a ser muy frecuentemente un rompecabezas para quien necesita poder orientarse en medio de tamaña confusión.
Lo peor es que a pesar de todas las indagaciones que se hagan o intenten, quedan muchos enigmas sin solución, confusiones inaclarables y errores sin enmienda posible, debido a las malas grafías que ocultan a la forma genuina, o identifican un nombre de planta con el de otra, o los transponen, o de uno hacen dos, o los altera de una manera irremediable. Se puede imaginar a lo que puede llevar esto, en tratándose de plantas medicinales.
Pero en todas clases de investigaciones las malas grafías representan un obstáculo, a veces insalvable, y una fuente de errores, perjudiciales o fastidiosos y aún ridículos. Basta decir que el conocer la recta grafía de una palabra, es condición indispensable y fundamental para el estudio de las etimologías. Ahora bien, la etimología, un tanto desacreditada por los que intentan invadir sus dominios, sin el armamento necesario, no deja de ofrecer muy útiles indicaciones. El análisis etimológico de una palabra es muchísimas veces revelador. Frecuentemente nos indica las propiedades de una planta poco conocida, o la inanidad de los que erróneamente se la atribuyen, o la aplicación diversa que en otros países se le diera. Ayuda también a la determinación o identificación de la especie, o del grupo a que pertenece, o al conocimiento de su origen, de su dispersión, así como de su ecología. Por fin, puede denunciar o aclarar toda clase de errores, antiguos o modernos, cometidos en todos estos sectores de la humana lucha por la verdad, inclusive el histórico, el protohistórico, el geográfico y el etnológico.
Esto explica que la etimología de los nombres guaraníes despierta tanto interés, y por qué hay muchas personas que toman interés y hasta ponen verdadera pasión en esa búsqueda. Y más lo explicará y lo justificará el hecho de que la nomenclatura guaraní domina desde las antillas hasta la boca del Plata, tanto que entre nombre geográficos, toponímicos, de plantas y otras cosas naturales, estimo que el total alcanza o pasa el formidable número de sesenta mil.
Este último dato claramente dice cuán necesario sea llegar a una entente ortográfica con los países vecinos. Ideal que no podrá realizarse pronto, pero se realizará algún día, por la imposición natural de las cosas, a pesar de que hasta ahora no lo haya tenido en cuenta ninguno de los que se ocuparon de uniformar las grafías, y menos los autores de nuevos métodos. Es muy sensible, pero así será mientras no se proceda de otra manera, sobreponiéndose a todo prejuicio.
Lo que uno propone, al idear una nueva grafía, es evitar los inconvenientes de las viejas o usuales. Por tanto, los que están más habilitados para eso, son los que mayor ocasión han tenido de conocer aquellos inconvenientes y saber cuáles fueron los más perjudiciales, tanto para la ciencia, como para el público. Pues algunos, aunque graves, pasan desapercibidos para quien no tiene una larga práctica científica, o pueden ser considerados como de poco momento. Por otra parte, es preciso darse cuenta de que una grafía, al corregir ciertos inconvenientes, puede crear otros, caso muy frecuente y soberano motivo de malogros. Si a esto se agrega las dificultades psicológicas, se comprenderá que es, además, indispensable, tener bastante conocimiento de la cuestión, fuera del país y con otras lenguas.
Aun cuando el objeto no sea sino el de dotar al Paraguay de una ortografía uniforme para el uso corriente, yo estimaba conveniente que, en hacerlo, se propendiese hacia cierta internacionalidad, colocándose, en lo posible, dentro del único convenio internacional que para el caso tenemos, y en una situación que facilitase un subsecuente convenio con los cultores brasileños y otros de más allá, o cuando menos, tratase de reducir las diferencias entre dos inevitables ortografías filológicas nacionales, paraguaya y brasiliense.
Conceptúo necesario evitar todo nuevo recurso ortográfico que tenga que quedar por su propia naturaleza exclusivamente paraguayo, y aun más, todo convenio que encierre un peligro de malentendido para los lectores de los países vecinos.
La mayor dificultad práctica está en que esa tarea debería ser encomendada a una sola persona, o a una comisión de pocas personas, y oficialmente. Creo que no existe un solo ejemplo en el mundo de que una nueva grafía duradera, o la uniformización de una grafía, haya salido de una corporación científica, o areópago cualquiera. Todas las intentonas en ese sentido, a mi saber, naufragaron. Una comisión numerosa o un areópago, no llegaron nunca a algo armónico y duradero.
Otra gran dificultad es que los proyectistas, en su mayoría, ignoraron o desconocieron las reglas lógicas, o leyes fundamentales de toda buena y duradera grafía, y con más razón se alejaron de las simples recomendaciones. Entre estas últimas, hay la que se trate de no complicar la grafía universal, y por lo tanto, que se adopten letras o combinaciones que ya existen en otras lenguas. Y la de evitar de dar a una letra un valor que no tenga en ninguna otra lengua. Cuando no cuesta sacrificio, es cordura atender a las recomendaciones. Pero, siquiera las leyes lógicas fundamentales, debieran ser acatadas. Veámoslas.
1ª. No pretender obligar a las imprentas a que manden fundir nuevos tipos, y mucho menos con matices nuevas. Pues de otro modo, en la práctica, fue la ruina y el olvido, salvo el caso de imposición oficial. En Norteamérica se hace uso de las grafías y ortografías más complicadas –con 60, 80 y aun más de 100 letras y signos–, sin emplear un solo signo que no sea de uso en cualquier regular imprenta.
2ª. No hacer uso de una acentuación complicada. Con más razón si la grafía pretende llegar a ser ortografía corriente y popular. La tónica es indispensable.
3ª. Nunca bajo ningún pretexto, escribir de dos maneras el mismo sonido o fonema.
4ª. Nunca atribuir al mismo signo o letra valores diferentes, salvo en alguna combinación necesaria o prácticamente muy conveniente, como CH, TH, KH, IH, a condición de que sea de uso universal, o ya pertenezca a alfabetos muy conocidos.
5ª. Que la nueva grafía contenga absolutamente todos los fonemas y signos por fonemas de la lengua.
6ª. En las lenguas aglutinantes y polisintéticas, los vocablos por elementos, en las composiciones, son indicados por cada acento tónico, y en toda grafía científica deben ser separados de alguna forma.
7ª. El acento tónico debe ser rigurosamente indicado, excepto en los monosílabos monovocales. Su omisión fue la causa máxima de errores.
8ª. Una sílaba atónica nunca podrá ser separada de la palabra o vocablo a que pertenece. Un vocablo atónico es inexistente.
9ª. Las nasales deben ser rigurosamente indicadas, y en trabajos de fonética, también las seminasales y los nasolabiales.
10ª. Las letras mudas no se escriben, excepto en estudios científicos, en los que no se deben escribir como las otras letras (sino mediante letras exponentes, chupadas o cursivas).
Ningún sistema ortográfico habiendo tenido en cuenta todas estas bases necesarias, todos perecieron o perecerán, modificándose en la práctica y substituyéndose uno a otro, sin llegar a una forma definitiva durable. Los españoles del coloniaje no siguieron método, y además omitiendo muy frecuentemente el acento tónico final, introdujeron la mayor causa de todos los errores y confusiones sin fin. Los portugueses hicieron lo mismo. Los padres Anchieta, Montoya, R. Breton, Figueroa, Prazeres Maranhao, combinaron verdaderos sistemas, más bien personales, y que por sus defectos, científicos o prácticos, no pudieron perpetuarse. No fueron convencionales.
La primera convención tuvo lugar en el Paraguay en 1867. Ese año, por disposición del supremo gobierno, se reunía en Paso Pukú una comisión formada por los escritores Luis Caminos, Carlos Riveros, Andrés Maciel y Crisóstomo Centurión, estableciéndose una ortografía popular y nacional, con la que se escribió, principalmente, el semanario Lambaré. Fue seguramente la menos defectuosa y la más práctica, pudiendo seguirse en las modestísimas imprentas de ese tiempo. Pero, la espantosa guerra llevó todo, y los pocos sobrevivientes olvidaron aquella ortografía completamente.
Nota de GR: Este artículo fue publicado como apéndice, en la obra de Moisés Bertoni, Plantas Usuales y Útiles, de 1940. La inclusión del mismo en este sitio se hace sólo a modo de referencia histórica, aun cuando sus ideas fundamentales siguen teniendo actualidad.
Fuente: GUARANIA, Félix de: Ñe'ẽrekokatu ha Ñe'ẽ Morangu - Gramática y Literatura Guaraní, Ateneo de Lengua y Cultura Guaraní, Fernando de la Mora, Paraguay, 2004. Formato 18 cm × 25 cm, 286 páginas.
Edición digital: http://www.guaranirenda.com/
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